LA
TENTACION HUMANA
1.
Al
final de la calle, de este filo que sube, donde moran
Cloto
y Láquesis y la vieja Átropos…esas sucias y lujuriosas parcas,
Bienamadas…
Tres
mujeres de senos altos y de areolas oscuras y lengua predadora
Tientan
al poeta. El que bebe solo.
El
que vive libre la ilusión de estar vivo
En
el espacio, en la arruga del tiempo,
En
la ilusión, de la tierra
Oculta
por la lluvia.
(Pero)
El poeta
no quiere tener sexo con ellas,
Porque
sabe que son un puro mito
-un
grito desesperado a las estrellas muertas-
el
dolor de la hetaira que los dioses desprecian.
(Pero)
El
vecino pelirrojo camina muy aprisa, va corriendo, se agita;
Corre
bebiéndose el olor de sus sábanas, corre
a la lluvia de sus negros cabellos. Esa
grasa bendita,
Que
huele como el perdón y el pan al náufrago…
El
herido pelirrojo desespera
Por
cada instante cobijado en su sexo.
Corre
hacia Cloto, a quien prefiere…Es ella, por su aroma de mar roto en galerna,
Por
su juventud sin escritura y sin espera…
La
muchacha que hila, la que acecha
En
el burdel que gime su espesura.
“Hoy he respirado
como un niño que nace, que bebe todo áspero
Del aire más violento,
Del viento inmaculado
Que sale de su boca…del paladar de Cloto donde habita
La promesa de la vida eterna”; me grita cuando pasa
Calle
abajo, al poeta y ya se burla, impío,
De
la sombra, del hueso,
Del
hombre sospechado…del oscuro que yace.
Este yo mismo
Como
muerta piedra sobre piedra sorda, sobre
El
umbral helado donde yazgo y duele…
Allí,
Donde
derramo
Mi semilla
en la tierra...
……………………………….
Y en
las mesetas últimas del día
Ambos
se pierden
Por
la carne terrible de la pólvora, por el miedo de ser en soledad.
Muertos
los dioses.
2.
Yo
me ahogo extraviado en su música,
Aterrado
en su silencio,
Si
gritan de deseo o si me miran con la distancia usual, insoportable
De
la mujer al hombre. Y viceversa.
Yo
busco ciego en la luz de los duros pigmentos
Y no
entiendo los signos, que el hombre pelirrojo
Traza
sobre telas y piedras y pezones dulcísimos,
Y en
el cuello más agrio de quien vuelve la espalda.
El
posee con su prepotencia casi todo color
Y
líneas de pradera en la curva del mundo,
En
el susurro de la violenta vida.
Yo
pronuncio, yo como, yo me muero, yo quisiera pensar
Casi
en un hiato. Pero me falta el riesgo.
Se
me ha hurtado el pavor que abre el sentido,
El
ojo empecinado de la hormiga de agosto,
El
odio de la estrella cuando cae la noche
Y mi
vecino duerme:
Encadenado,
Al
goce y al sometimiento.
3.
El
poeta, el durmiente, el alelado,
Se
estremece hacia el alba, hacia la hora
Cuando
huele el alcohol de la ausencia de ella.
La
que va oxidándole el corazón y la memoria
Y el
recuerdo no intacto del deseo,
El
orgasmo…la redención imaginaria.
Cuando
cesa, apenas, la tormenta de imágenes, de voces,
Estallan
en su brillo esas pequeñas pecas que salpican el dorso
Y
curva de los senos y ebriedad de la axila y de la hierba
En
la espalda de Cloto.
Y se
satura el sueño en el sabor de fuego
Que
el pelirrojo besara en su plegaria… de arrobo ante la muerte…
“Lo
que nunca he besado”, escribe en su destierro el hombre solo.
¿Me
queda la poesía? Se pregunta:
Este
destino de ángel
Humillado
de olvido. Este desierto ciego de la pérdida.
A mi
sólo me cabe la violación de mi mismo,
Este
odio ensimismado de lo puro. Y cortar
Con
mis dientes de sangre fracasada
Las
cuerdas del ahogo.
Y
abrirme la camisa en el ruego pueril a las mujeres
Que
nunca me parieron y no tuve.
Y esperar
que sus muslos portadores
De
toda resurrección y de agua fresca
Vengan
a apaciguarme este dolor barroco
De
vivir como sombra.
De
no haberme atrevido.
Y
veo al pelirrojo que ya silba
Y
todo perfecciona esta envidia maligna.
4.
Las
simples herramientas de la muerte
Son
Cloto, Láquesis, Átropos…
Las
investidas de lo posible y de la negación de lo mismo
Las
entrañables y amadísimas, las alegres flores de la espera.
Ellas
trastean con su hierro día y noche. Renuevan
Ahusadas
puntas sanguinolentas del dolor que fascina,
Del
placer que abre su niebla, dulce bálsamo.
Y
tensan el dolor de lo cierto y los sutiles filos
Que
señorean el corazón.
Las
mordedoras.
Las
que cantan, entre risas, celebrando este caos.
Las
que esclavizan.
Las
que llaman “esclavo” al hombre pelirrojo…
Las
que han esclavizado con la mentira de su leche,
Con
el estremecimiento de una entrega fingida. Con el estremecimiento
De
una alianza negada, aunque en sí buena.
La
perdición bellísima. El más alto extravío.
Y
así el hermano ríe y se consuela.
Y yo
cierro el castillo de mi libertad.
Y quemo
la purísima nieve de la consolación.
DEL LIBRO DE JASÓN
[fragmento séptimo]
Cuando consigue la máxima
apertura (sin piedad) de pupilas, al
occidente
otea, husmea, perro del agua
sucia, abandono de la carne, perdido dibujo de los sueños
y procura el silencio banal,
la no palabra del olvido, la música del
árbol mutilado
se asegura -con afilado
cuchillo abriendo los planos de ese goce- del fluir
del naufragio, todo extravío,
la música del árbol que lo aturde.
Y silencio del tiempo ya
castrado.
Y se sumerge.
Y traga el agua que le niega
oxígeno…como toda tu sombra que se iza del lecho.
[fragmento sexagésimo primero ]
Bajando a lo profundo donde lo
humano es alga es onda fugaz es gota a gota…
ve alejarse su nave hacia un
puerto de miedo.
Donde Argos encalla y acepta
su destino. Y piensa la madera: he perdido las velas, mi carenado es cáncer y
él se ha sumergido
en el tiempo exacto de morir.
Quiero ser lodo…un pecio
apenas, una mancha de óxido en el dolor del agua.
Sobre todas las costas se han
cariado los sueños. La ceniza
enamora paladar de guerreros y
la ira de muertos…
y finge neblinas al oro
inefable del azar y certeza de los eternos reyes.
Nadie habrá de comer ni habrá
la espera del sosiego o
del desasosiego. La mañana no
hace coito con la tarde roja.
Chisporrotean las ciudades
como una nube de insectos inconcientes…
El lienzo de la nube y la luna
se pudren….resbalan sobre un río negro
que atraviesa las agujas del
mar. La tormenta es lo seco. Lo absoluto
tiempo.
Veo abrirse el paño de las
genealogías.
He llegado a la precisa
fuente. A la pregunta de infinitos dedos sucios
Que teje cada nudo. Y teje el
ya postrero.
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